Читать книгу «Amenaza Principal» онлайн полностью📖 — Джека Марса — MyBook.





–Cuando hablé con el Presidente, se me ocurrió que ustedes nos ofrecen lo mejor de ambos mundos: el Equipo de Respuesta Especial es una agencia civil de aplicación de la ley, pero está compuesta por ex operadores especiales militares. El director del FBI ha autorizado su participación y Don ha sido muy amable al convocar esta reunión en tan corto plazo.

Miró al grupo. —¿Me siguen?

Hubo un murmullo general de acuerdo.

El coronel controlaba la pantalla de vídeo desde su ordenador portátil. Apareció un mapa del norte de Alaska, junto con una franja del Océano Ártico. Un pequeño punto en el mar estaba rodeado de rojo.

–Esta es una situación en rápido desarrollo. Lo que puedo decir es que hace una hora y media, un grupo de hombres fuertemente armados atacó y secuestró una plataforma petrolera en el Océano Ártico. Había aproximadamente noventa hombres ocupando esa instalación y la isla artificial que la rodea y un número desconocido de esos hombres murieron en el ataque inicial. Algunos fueron tomados como rehenes, aunque no sabemos cuántos.

–¿Quién atacó a la plataforma? —preguntó Luke.

El general sacudió la cabeza. —No lo sabemos. Han rechazado nuestros intentos de contacto, aunque han enviado vídeos de trabajadores de la plataforma, reunidos en una habitación y retenidos a punta de pistola por hombres con máscaras negras. El audio del equipo de supervisión de la plataforma nos ha sido puesto a disposición por la compañía propietaria. El sonido es de baja calidad, pero capta algunas voces. Además del inglés que hablan los trabajadores, parece que hay hombres que hablan un idioma de Europa del Este, posiblemente eslavo, aunque no tenemos evidencia real que lo respalde.

En la pantalla, el mapa cambió a imágenes aéreas de la plataforma y el campamento que la rodea. La plataforma petrolera, probablemente de treinta o cuarenta pisos de altura, dominaba la primera imagen. Por debajo de la plataforma había numerosos barracones tipo Quonset, así como pasarelas entre ellos. Alrededor del pequeño complejo había un vasto mar helado.

Apareció una imagen ampliada. Mostraba el complejo y los edificios en detalle. No había gente de pie en ningún lado. Había al menos una docena de cuerpos tirados en el suelo, algunos con halos de sangre a su alrededor.

Otra imagen apareció. Estirada sobre el suelo había una gran pancarta blanca con letras negras pintadas a mano.

AMÉRICA MENTIROSOS + HIPÓCRITAS.

–Un mensaje claro —dijo Swann.

–Es cierto que tenemos muy poco con lo que seguir. La pancarta ciertamente sugiere un ataque de ciudadanos extranjeros. Todas nuestras imágenes de drones nos muestran el complejo desprovisto de personal. Los atacantes parecen haber llevado a todos los trabajadores supervivientes al interior. Ya sea dentro de estos edificios que se ven, o a bordo de la propia plataforma, no lo sabemos.

Por un momento, la pantalla quedó en blanco.

–Tenemos un plan para recuperar las instalaciones, neutralizar a los terroristas y rescatar a cualquier personal civil que aún esté vivo. El plan implica una infiltración y asalto, utilizando principalmente efectivos Navy SEAL en activo, así como ustedes mismos. Para llevar a cabo ese plan, necesitamos trasladarles al Ártico de Alaska, lo que significa que debemos darnos prisa.

Ed Newsam levantó una mano. —¿Cuándo piensa llevar a cabo este plan?

El general asintió. —Esta noche, antes de la primera luz. Cada experiencia que hemos tenido con los terroristas en los últimos años sugiere que permitir que una situación se prolongue es una receta para el fracaso y el desastre. El público se involucra, al igual que los políticos. Los medios lo ponen en bucle en la televisión las veinticuatro horas. Adivinar la respuesta del gobierno se convierte en un pasatiempo nacional. Un largo enfrentamiento emociona e inspira a los terroristas compañeros de viaje en otros lugares. Imágenes de rehenes con los ojos vendados, retenidos a punta de pistola…

Sacudió la cabeza.

–No exploremos ese camino. El grupo en cuestión atacó sin previo aviso y nosotros haremos lo mismo. Atacarlos antes del amanecer, al amparo de la oscuridad, solo unas horas después de su propio asalto, nos permite retomar la iniciativa. Una incursión victoriosa y tengo toda la confianza en su éxito, demostrará a otros grupos terroristas que hablamos en serio.

Stark analizó las miradas del personal del Equipo de Respuesta Especial.

–Creemos que el Equipo de Respuesta Especial es la agencia civil adecuada para participar en esta operación. Si ustedes no están de acuerdo… —Dejó la frase sin terminar.

Luke tenía que admitir que a él no le gustaba todo esto. Acababa de dejar a su esposa y a su hijo en la cama. ¿Ahora se suponía que debía ir al Ártico?

–El Ártico de Alaska tiene que estar a unos cuatro mil kilómetros —dijo Swann. —¿Cómo se supone que vamos a llevar a nuestra gente allí antes del próximo amanecer?

Stark asintió nuevamente. —Algo menos de cuatro mil quinientos kilómetros. Correcto, es un largo camino. Pero les llevamos cuatro horas de adelanto. En la plataforma petrolera, ahora son casi las siete y media de la tarde. Tomaremos ventaja de la diferencia horaria.

Se detuvo un momento.

–Y tenemos la tecnología para llevarles allí más rápido de lo que imaginan.

* * *

—¿Qué no nos está diciendo? —preguntó Luke.

Estaba sentado en la oficina de Don, mirándolo a través de la amplia extensión del escritorio.

Don se encogió de hombros. —Ya sabes que siempre esconden algo. Hay algo clasificado sobre la plataforma petrolera, tal vez. O que saben más acerca de los autores de lo que dicen. Podría ser cualquier cosa.

–¿Por qué nosotros? —preguntó Luke.

–Ya has escuchado al hombre —dijo Don. —Necesitan participación y supervisión civil. La orden viene directamente del Presidente. El hombre es liberal desde hace mucho tiempo y piensa que el ejército es un gran hombre del saco. Poco sabe él que las agencias civiles están repletas de ex militares.

–Pero mira lo pequeños que somos —dijo Luke. —Sin ofender, Don. Pero la Agencia de Seguridad Nacional es una agencia civil. El FBI también lo es. Ambas tienen mucho más alcance que nosotros.

–Luke, nosotros somos el FBI.

Luke asintió con la cabeza. —Sí, pero la Oficina propiamente dicha tiene sucursales en el terreno cercano a la acción. En cambio, quieren desplazarnos por todo el continente.

Don miró a Luke durante un largo momento. Por primera vez, realmente le sorprendió a Luke lo ambicioso que era Don. El Presidente quería al Equipo de Respuesta Especial en este asunto. Pero Don lo deseaba igualmente, si no más. Estas misiones eran plumas en el sombrero de Don. Don Morris había reunido un equipo de campeones mundiales y quería que el mundo lo supiera.

–Como sabes —dijo Don, —las oficinas de campo están llenas de agentes de campo. Investigadores y policías, básicamente. Nosotros somos un grupo de operaciones especiales. Para eso estamos preparados y eso es lo que hacemos. Somos rápidos y ligeros, golpeamos duro y nos hemos ganado una reputación, no solo de éxito en circunstancias difíciles, sino también de total discreción.

Luke y Don se miraron a través del amplio escritorio.

Don sacudió la cabeza. —¿Quieres echarte atrás, hijo? No pasa nada. No tienes que demostrar nada a nadie y menos a mí. Pero en este momento, tu equipo se está preparando.

Luke se encogió de hombros. —Yo ya estoy preparado.

La amplia sonrisa de Don apareció de repente. —Bien. Estoy seguro de que lo haréis todo bien y estaréis de vuelta aquí para el desayuno.

* * *

—Vamos, tío, —dijo Ed Newsam. —Esta misión no se va a resolver sola.

Ed estaba en la puerta de Luke. Estaba allí, de pie, cargando con una pesada mochila. No parecía entusiasmado ni emocionado. Si Luke tuviera que usar una palabra para describir el aspecto de Ed, diría que estaba resignado.

Luke estaba sentado en su escritorio, mirando el teléfono.

–El helicóptero está en la plataforma.

Luke asintió con la cabeza. —Entendido. Voy ahora mismo.

Estaban a punto de irse. Mientras tanto, Luke padecía una dolencia que él llamaba el síndrome del teléfono de mil kilos. Era físicamente incapaz de levantar el auricular y hacer una llamada.

–Maldición —susurró por lo bajo.

Había revisado y vuelto a revisar sus maletas. Llevaba su equipo estándar para un viaje nocturno. Tenía su Glock de nueve milímetros, en su funda de cuero, con varios cargadores repletos adicionales.

Sobre el escritorio había una bolsa de ropa con muda para dos días. Una pequeña mochila llena de artículos de tocador de tamaño de viaje, un montón de barritas energéticas y un blíster con media docena de píldoras Dexedrina estaba depositado al lado de la bolsa de ropa.

Las Dexis eran anfetaminas, estaban prácticamente en el manual de instrucciones para operadores especiales. Te mantendrían despierto y alerta durante horas y horas. Ed a veces las llamaba “las empinadoras más rápidas”.

Estos eran suministros genéricos, pero no tenía sentido tratar de ser más específico. Iban al Ártico, la operación requeriría equipo especializado y ese equipo se les proporcionaría cuando aterrizaran. Trudy ya había adelantado las medidas de todos.

Así que ahora miraba el teléfono.

Había salido de la casa sin, apenas una palabra de explicación para ella. Por supuesto, ella estaba dormida, pero eso no cambiaba nada.

Y la nota sobre la mesa del comedor tampoco explicaba nada.

Me han llamado para una reunión tardía. Puede que tenga que pasar la noche fuera. Te quiero, L

Una “noche fuera”, sin más detalles. Parecía un universitario copiando para el examen final. Se había acostumbrado a mentirle sobre el trabajo y se estaba convirtiendo en un hábito difícil de romper.

¿De qué serviría decirle la verdad? Podía llamarla ahora mismo, despertarla de un sueño profundo, despertar al bebé y hacer que comenzara a llorar, ¿todo para decirle qué?

–Hola, cariño, voy en dirección al Círculo Polar Ártico, para echar a unos terroristas que han atacado una plataforma petrolífera. Hay cadáveres por todo el suelo. Sí, parece que me dirijo hacia otro baño de sangre. En realidad, puede que nunca te vuelva a ver, pero no te preocupes, vuelve a dormirte. Dale un beso a Gunner de mi parte.

No, era mejor arriesgarse, llevar a cabo la operación y confiar en que, entre los Navy SEAL y el Equipo de Respuesta Especial, tenían las mejores personas para hacer el trabajo. Llámala por la mañana, después de que todo termine. Si todo sale bien y estáis todos de una pieza, dile que tuviste que volar a Chicago para entrevistar a un testigo. Continúa alimentando la ficción de que trabajar para el Equipo de Respuesta Especial es principalmente una especie de trabajo de detective, empañado por algún estallido ocasional de violencia.

Bueno, eso es lo que haría.

–¿Estás listo? —dijo una voz. —Todos los demás están abordando el helicóptero.

Luke levantó la vista. Mark Swann estaba de pie en la puerta. Siempre era un poco sorprendente ver a Swann. Con su cola de caballo, sus gafas de aviador, el mechón de barba rala en su barbilla y las camisetas de rock-and-roll que siempre llevaba… prácticamente podría llevar un letrero colgando del cuello: NO MILITAR.

Luke asintió con la cabeza. —Sí, estoy listo.

Swann estaba sonriendo. No, mejor dicho, estaba radiante, como un niño en Navidad. Era algo extraño, dado que se enfrentaban a un vuelo tedioso a través de América del Norte, seguido de un ataque estresante contra un enemigo desconocido.

–Me acabo de enterar de cómo nos van a llevar allí —dijo Swann. —No te lo vas a creer, es absolutamente increíble.

–No sabía que tú también venías en este viaje —dijo Luke.

En todo caso, la sonrisa de Swann se hizo aún más amplia.

–Pues ya lo sabes.

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