Riley se movía nerviosamente en su silla mientras pensaba en lo que quería decirle a Mike Nevins. Se sentía agitada y nerviosa.
“Tómate tu tiempo”, dijo el psiquiatra forense, estirando el cuello en su silla de oficina y mirándola fijamente con preocupación.
Riley se rio tristemente. “Ese es el problema”, dijo. “No tengo tiempo. He estado postergándolo. Tengo que tomar una decisión. Ya no puedo postergarlo más. ¿Alguna vez me habías visto tan indecisa?”.
Mike no respondió. Solo sonrió y presionó las puntas de sus dedos.
Riley estaba acostumbrada a este silencio de Mike. El hombre apuesto y algo irritable había sido muchas cosas para ella durante los años—un amigo, un terapeuta, hasta un mentor. Últimamente acudía a él para saber su perspectiva sobre la mente oscura de un criminal. Pero esta visita era diferente. Lo había llamado anoche después de llegar a casa de la ejecución y había conducido a su oficina en DC esta mañana.
“¿Cuáles son tus opciones, exactamente?”, preguntó finalmente.
“Bueno, creo que tengo que decidir lo que voy a hacer con el resto de mi vida, o enseñar o ser agente de campo. O hacer otra cosa completamente”.
Mike se rio un poco. “Un momento. No tratemos de planificar todo tu futuro ahora mismo. Concentrémonos en el presente. Meredith y Jeffreys quieren que tomes un caso. Solo un caso. Esto no significa que tienes que escoger una de las dos. Nadie está diciendo que tienes que dejar de enseñar. Y todo lo que tienes que hacer es decir sí o no esta vez. ¿Entonces cuál es el problema?”.
Ahora le tocó a Riley guardar silencio. No sabía cuál era el problema. Por eso estaba aquí.
“Supongo que estás asustada”, dijo Mike.
Riley tragó grueso. Sí, eso era. Estaba asustada. No había querido admitirlo, ni siquiera a sí misma. Pero ahora Mike iba a hacerla hablar del tema.
“¿A qué le tienes miedo?”, preguntó Mike. “Dijiste que estabas teniendo pesadillas”.
Riley siguió guardando silencio.
“Esto obligatoriamente tiene que ver con tu TEPT”, dijo Mike. “¿Todavía estás teniendo flashbacks?”.
Riley había estado esperando esa pregunta. Después de todo, Mike era el que más la había ayudado a tratar de superar el trauma de su terrible experiencia.
Inclinó su cabeza hacia atrás y cerró los ojos. Por un momento sintió que estaba en la jaula oscura de Peterson de nuevo y él estaba amenazándola con una llama de propano. Meses después de haber sido la prisionera de Peterson, esa memoria aún la atormentaba de vez en cuando.
Pero luego había rastreado y matado a Peterson. De hecho, lo había molido a golpes.
“Si eso no es cierre emocional, no sé qué lo será entonces”, pensó.
Ahora los recuerdos parecían impersonales, como si estuviera viendo la historia de otra persona desarrollarse.
“Estoy mejor”, dijo Riley. “Son más cortos y mucho menos comunes”.
“¿Y tu hija?”.
La pregunta fue como un golpe para Riley. Sentía el eco del horror que había experimentado cuando Peterson había capturado a April. Aún podía oír los gritos de April pidiendo ayuda.
“Creo que no he superado eso”, dijo. “Me despierto asustada pensando que la volvieron a raptar. Tengo que ir a su habitación y asegurarme de que está bien y que está durmiendo”.
“¿Esa es la razón por la cual no quieres tomar otro caso?”.
Riley se estremeció. “No quiero que pase por algo así de nuevo”.
“Eso no responde mi pregunta”.
“No, no supongo que lo hace”, dijo Riley.
Cayó otro silencio.
“Tengo la sensación de que hay algo más”, dijo Mike. “¿Qué más te da pesadillas? ¿Qué más te despierta por las noches?”.
Sintió una sacudida de terror en su mente en ese instante.
Sí, había algo más.
Incluso con sus ojos abiertos, podía ver el rostro grotescamente inocente de Eugene Fisk con sus ojos pequeños, redondos y brillantes. Riley lo había mirado profundamente a los ojos durante su enfrentamiento fatal.
El asesino había colocado una navaja recta en la garganta de Lucy Vargas. En ese momento, Riley había indagado en sus más grandes miedos. Había hablado de las cadenas, esas cadenas que él creía que le estaban hablando, obligándole a cometer asesinato tras asesinato, encadenando a las mujeres y rajando sus gargantas.
“Las cadenas no quieren que te lleves a esta mujer”, le había dicho Riley. “Ella no es lo que necesitan. Sabes lo que las cadenas quieren que hagas en vez”.
Eugene había asentido con la cabeza con los ojos llenos de lágrimas. Luego se hizo a sí mismo lo que le había hecho a sus víctimas—se pasó la cuchilla por su cuello.
Se rajó la garganta ante de los ojos de Riley.
Y ahora, sentada aquí en la oficina de Mike Nevins, su propio horror casi la ahoga.
“Maté a Eugente”, dijo jadeando.
“Te refieres al asesino de la cadenas. Bueno, no fue el primer hombre que mataste”.
Es cierto, no era la primera vez en la que había usado fuerza letal. Pero con Eugene había sido muy diferente. Pensaba en su muerte muy a menudo, pero nunca había hablado de eso con nadie.
“No usé una pistola ni una roca ni mis puños”, dijo. “Lo maté con comprensión, con empatía. Mi mente es un arma mortal. No sabía eso. Me aterra, Mike”.
Mike asintió con compasión. “Tú sabes lo que dijo Nietzsche sobre mirar un largo tiempo al abismo”, dijo.
“El abismo también mira dentro de ti”, dijo Riley, terminando el famoso dicho. “Pero he hecho mucho más que mirar al abismo. Prácticamente he vivido allí. Casi me siento cómoda allí. Es como un segundo hogar. Me asusta demasiado, Mike. Uno de estos días quizás entre a ese abismo y no salga más. Y quién sabe a quién podría herir, o matar”.
“Bueno”, dijo Mike, reclinándose en su silla. “Tal vez estamos progresando”.
Riley no estaba tan segura. Y no se sentía ni cerca a tomar una decisión.
*
Cuando Riley entró por su puerta principal más tarde, April bajó por las escaleras rápidamente para saludarla.
“Ay Mamá, ¡tienes que ayudarme! ¡Ven!”.
Riley siguió a April por las escaleras hasta su habitación. Tenía una maleta abierta sobre su cama con un montón de ropa a su alrededor.
“¡No sé qué empacar!”, dijo April. “¡Nunca he tenido que hacer esto antes!”.
Sonriendo por la mezcla de pánico y euforia de su hija, Riley comenzó a ayudarla a acomodar sus cosas. April se iría de excursión escolar mañana a las cercanías de Washington, DC. Iría con un grupo de estudiantes del curso de Historia Estadounidense Avanzada y sus maestras.
Riley sintió un poco de aprensión luego de haber firmado los permisos y pagado las tasas extras. April había sido prisionera de Peterson en Washington, y aunque habían estado lejos en el borde de la ciudad, a Riley le preocupaba que el viaje podría hacer que el trauma saliera a la superficie. Pero a April le parecía estar yendo muy bien, tanto académicamente como emocionalmente. Y el viaje era una oportunidad maravillosa.
Riley se dio cuenta que se estaba divirtiendo mientras ella y April bromeaban y terminaban de empacar su maleta. Ese abismo del que había hablado con Mike hace un tiempo parecía estar muy lejos. Todavía tenía una vida fuera de ese abismo. Era una buena vida, y estaba determinada a seguir teniéndola, sin importar la decisión que tomara.
Gabriela entró en la habitación mientras estaban arreglando las cosas.
“Señora Riley, mi taxi estará aquí pronto”, dijo con una sonrisa. “Ya empaqué mis cosas, están en la puerta”.
Casi había olvidado que Gabriela se iba. Gabriela había pedido tiempo libre para ir a visitar a sus familiares en Tennessee ya que April no iba a estar. Riley estaba más que contenta de darle el permiso.
Abrazó a Gabriela y le dijo: “Buen viaje”.
La sonrisa de Gabriela desapareció un poco y añadió: “Me preocupo”.
“¿Estás preocupada?”, le preguntó sorprendida. “¿Qué te preocupa, Gabriela?”.
“Tú”, respondió Gabriela. “Estarás sola en esta nueva casa”.
Riley se rio un poco. “No te preocupes, puedo cuidar de mí misma”.
“Pero no has estado sola desde que pasaron todas esas cosas terribles”, dijo Gabriela. “Me preocupa”.
Las palabras de Gabriela pusieron a Riley a pensar. Lo que ella decía era cierto. Desde el calvario que había vivido con Peterson, al menos April siempre había estado a su lado. ¿Podría abrirse un vacío oscuro y aterrador en su nuevo hogar? ¿El abismo podría estar acechándola en este mismo momento?
“Estaré bien”, dijo Riley. “Diviértete con tu familia”.
Gabriela sonrió y le entregó a Riley un sobre. “Esto estaba en el buzón”, dijo.
Gabriela abrazó a April, luego abrazó a Riley de nuevo y bajó las escaleras para esperar a su taxi.
“¿Qué pasa, Mamá?”, preguntó April.
“No lo sé”, dijo Riley. “No fue enviado por correo”.
Abrió el sobre y encontró una tarjeta plástica adentro. Las letras decorativas de la tarjeta leían “El Grill de Blaine”. Luego leyó lo que decía más abajo: “Cena para dos”.
“Creo que es una tarjeta de regalo de nuestro vecino”, dijo Riley. “Eso es muy amable de su parte. Podemos ir a cenar allí cuando vuelvas”.
“¡Mamá!”, exclamó April. “Esa tarjeta no es para las dos”.
“¿Cómo así?”.
“Te está invitando a cenar”.
“¡Ah! ¿En serio? No dice eso aquí”.
April negó con la cabeza. “No seas tonta. Quiere salir contigo. Crystal me dijo que le gustas a su papá. Y es muy lindo”.
Riley pudo sentir su rostro sonrojarse. No podía recordar la última vez que alguien la había invitado a salir. Pasó muchos años casada con Ryan. Desde su divorcio se había concentrado en instalarse en su nuevo hogar y en las decisiones que tenía que tomar acerca de su trabajo.
“Estás sonrojada”, dijo April.
“Terminemos de empacar tus cosas”, interrumpió Riley. “Tendré que pensar en todo esto ahora”.
Ambas volvieron a la tarea de ordenar ropa. Después de unos minutos de silencio, April dijo, “Estoy preocupada por ti, Mamá. Como dijo Gabriela...”.
“Estaré bien”, dijo Riley.
“¿Segura?”.
Riley no sabía qué contestar. Seguramente había enfrentado peores pesadillas que una casa vacía — asesinos psicópatas obsesionados con cadenas, muñecas y sopletes. ¿Pero podrían liberarse un montón de demonios internos ahora que estaría sola? Una semana comenzó a parecer un largo tiempo en ese instante. Y la posibilidad de decidir si saldría o no con el vecino también parecía aterradora de cierta forma.
“Lidiaré con ello”, pensó Riley.
Además, aún tenía otra opción. Y era el momento de tomar una decisión de una vez por todas.
“Me han pedido que trabaje en un caso”, le dijo Riley a April. “Tendría que irme a Arizona inmediatamente”.
April dejó de doblar su ropa y miró a Riley.
“Así que irás, ¿cierto?”, preguntó.
“No lo sé, April”, dijo Riley.
“¿Y eso por qué? Es tu trabajo”.
Riley miró a su hija a los ojos. Los tiempos difíciles entre ellas realmente parecían haber quedado en el pasado. Se habían unido más puesto que ambas habían sobrevivido los horrores infligidos por Peterson.
“He estado pensando en no trabajar más en el campo”, dijo Riley.
Los ojos de April se abrieron de sorpresa.
“¿Qué? Mamá, acabar con los malos es lo que mejor sabes hacer”.
“También soy muy buena dando clases”, dijo Riley. “Soy muy buena en eso. Y me encanta, realmente me encanta”.
April se encogió de hombros, no entendiendo nada. “Bueno, sigue dando clases. Nadie te está deteniendo. Pero no dejes de luchar contra el mal. Es igual de importante”.
Riley negó con la cabeza. “No lo sé, April. Después de todo por lo que te hice pasar— “.
Parecía que April no podía creer lo que estaba escuchando. “¿Después de todo por lo que tú me hiciste pasar? ¿De qué estás hablando? Tú no me hiciste pasar por nada. Fui raptada por un psicópata llamado Peterson. Si no me hubiera raptado a mí, hubiera raptado a otra persona. No pierdas el tiempo culpándote”.
Después de una pausa, April dijo: “Siéntate, Mamá. Tenemos que hablar”.
Riley sonrió y se sentó en la cama. April sonaba como una mamá.
“Tal vez un sermón es justamente lo que necesito”, pensó Riley.
April se sentó junto a Riley.
“¿Alguna vez te hablé sobre mi amiga Angie Fletcher?”, dijo April.
“No lo creo”.
“Bueno, solíamos ser buenas amigas pero se cambió de escuela. Ella era muy inteligente, me llevaba solo un año, tenía quince años. Me enteré que empezó a comprarle drogas a un tipo que todo el mundo llamaba Trip. Se volvió bastante adicta a la heroína. Y cuando se quedó sin dinero, Trip la puso a trabajar como prostituta. La entrenó personalmente y la obligó a mudarse con él. Su madre está tan loca que ni siquiera se dio cuenta de que Angie se había ido. Trip hasta la promocionó en su sitio web, la hizo tatuarse jurando que ella siempre sería de él”.
Riley estaba conmocionada. “¿Qué pasó con ella?”.
“Bueno, la policía finalmente agarró a Trip y Angie terminó en un centro de rehabilitación de drogas. Esto sucedió este verano mientras estábamos en el norte del estado de Nueva York. No sé qué pasó con ella después de eso. Todo lo que sé es que solo tiene dieciséis años y su vida está arruinada”.
“Lo siento mucho”, dijo Riley.
April gruñó con impaciencia.
“¿Realmente no lo entiendes, Mamá? No tienes nada que sentir. Has pasado toda tu vida deteniendo este tipo de cosas. Y has encerrado a muchos tipos como Trip—algunos de ellos para siempre. Pero si dejas de hacer lo que mejor sabes hacer, ¿quién tomará tu lugar? ¿Alguien tan competente como tú? Lo dudo, Mamá. Realmente lo dudo”.
Riley se quedó callada por unos instantes. Luego, con una sonrisa, apretó la mano de April con firmeza.
“Creo que tengo que hacer una llamada”, dijo.
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