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Blake Pierce
LA CARA DE LA MUERTE

LA CARA
DE LA
MUERTE

(Un Misterio de Zoe Prime—Libro Uno)

B L A K E  P I E R C E
Blake Pierce

Blake Pierce es el autor de la exitosa serie de misterio de RILEY PAIGE, que incluye dieciséis libros hasta el momento. Blake Pierce es también el autor de la serie de misterio MACKENZIE WHITE, que comprende trece libros (y contando); de la serie de misterio AVERY BLACK, que comprende seis libros; de la serie de misterio KERI LOCKE, que comprende cinco libros; de la serie de misterio LAS VIVENCIAS DE RILEY PAIGE, que comprende cinco libros (y contando); de la serie de misterio KATE WISE, compuesta por seis libros (y contando); del misterio de suspenso psicológico CHLOE FINE, compuesto por cinco libros (y contando); de la serie de thriller de suspenso psicológico JESSE HUNT, compuesta por cinco libros (y contando); de la serie de thriller de suspenso psicológico LA AU PAIR, compuesta por dos libros (y contando); y la serie de misterio de ZOE PRIME, compuesta por dos libros (y contando).

Blake es un ávido lector y fanático de toda la vida de los géneros de misterio y thriller, y le encanta escuchar de sus lectores, así que por favor no dudas en visitar http://www.blakepierceauthor.com para saber más y ponerte en contacto con el autor.


Copyright © 2019 por Blake Pierce. . Todos los derechos reservados. A excepción de lo permitido por la Ley de Derechos de Autor de Estados Unidos de 1976 y las leyes de propiedad intelectual, ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida o distribuida en cualquier forma o por cualquier medio, o almacenada en un sistema de bases de datos o de recuperación sin el previo permiso del autor. Este libro electrónico está licenciado para tu disfrute personal solamente. Este libro electrónico no puede ser revendido o dado a otras personas. Si te gustaría compartir este libro con otras personas, por favor compra una copia adicional para cada destinatario. Si estás leyendo este libro y no lo compraste, o no fue comprado solo para tu uso, por favor regrésalo y compra tu propia copia. Gracias por respetar el trabajo arduo de este autor.  Esta es una obra de ficción. Los nombres, personajes, empresas, organizaciones, lugares, eventos e incidentes son productos de la imaginación del autor o se emplean como ficción. Cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas, es totalmente coincidente. Derechos de autor de la imagen de la cubierta son de Fred Mantel, utilizada bajo licencia de Shutterstock.com.

LIBROS ESCRITOS POR BLAKE PIERCE

LA NIÑERA

CASI AUSENTE (Libro #1)

CASI PERDIDA (Libro #2)

CASI MUERTA (Libro #3)


SERIE DE MISTERIO DE ZOE PRIME

LA CARA DE LA MUERTE (Libro #1)

LA CARA DEL ASESINATO (Libro #2)

LA CARA DEL MIEDO (Libro #3)


SERIE DE THRILLER DE SUSPENSE PSICOLÓGICO CON JESSIE HUNT

EL ESPOSA PERFECTA (Libro #1)

EL TIPO PERFECTO (Libro #2)

LA CASA PERFECTA (Libro #3)


SERIE DE MISTERIO PSICOLÓGICO DE SUSPENSO DE CHLOE FINE

AL LADO (Libro #1)

LA MENTIRA DEL VECINO (Libro #2)

CALLEJÓN SIN SALIDA (Libro #3)


SERIE DE MISTERIO DE KATE WISE

SI ELLA SUPIERA (Libro #1)

SI ELLA VIERA (Libro #2)

SI ELLA CORRIERA (Libro #3)

SI ELLA SE OCULTARA (Libro #4)

SI ELLA HUYERA (Libro #5)


SERIE LAS VIVENCIAS DE RILEY PAIGE

VIGILANDO (Libro #1)

ESPERANDO (Libro #2)

ATRAYENDO (Libro #3)

TOMANDO (Libro #4)


SERIE DE MISTERIO DE RILEY PAIGE

UNA VEZ DESAPARECIDO (Libro #1)

UNA VEZ TOMADO (Libro #2)

UNA VEZ ANHELADO (Libro #3)

UNA VEZ ATRAÍDO (Libro #4)

UNA VEZ CAZADO (Libro #5)

UNA VEZ AÑORADO (Libro #6)

UNA VEZ ABANDONADO (Libro #7)

UNA VEZ ENFRIADO (Libro #8)

UNA VEZ ACECHADO (Libro #9)

UNA VEZ PERDIDO (Libro #10)

UNA VEZ ENTERRADO (Libro #11)

UNA VEZ ATADO (Libro #12)

UNA VEZ ATRAPADO (Libro #13)

UNA VEZ INACTIVO (Libro #14)


SERIE DE MISTERIO DE MACKENZIE WHITE

ANTES DE QUE MATE (Libro #1)

ANTES DE QUE VEA (Libro #2)

ANTES DE QUE CODICIE (Libro #3)

ANTES DE QUE SE LLEVE (Libro #4)

ANTES DE QUE NECESITE (Libro #5)

ANTES DE QUE SIENTA (Libro #6)

ANTES DE QUE PEQUE (Libro #7)

ANTES DE QUE CACE (Libro #8)

ANTES DE QUE ATRAPE (Libro #9)

ANTES DE QUE ANHELE (Libro #10)

ANTES DE QUE DECAIGA (Libro #11)

ANTES DE QUE ENVIDIE (Libro #12)


SERIE DE MISTERIO DE AVERY BLACK

CAUSA PARA MATAR (Libro #1)

UNA RAZÓN PARA HUIR (Libro #2)

UNA RAZÓN PARA ESCONDERSE (Libro #3)

UNA RAZÓN PARA TEMER (Libro #4)

UNA RAZÓN PARA RESCATAR (Libro #5)

UNA RAZÓN PARA ATERRARSE (Libro #6)


SERIE DE MISTERIO DE KERI LOCKE

UN RASTRO DE MUERTE (Libro #1)

UN RASTRO DE ASESINATO (Libro #2)

UN RASTRO DE VICIO (Libro #3)

UN RASTRO DE CRIMEN (Libro #4)

UN RASTRO DE ESPERANZA (Libro #5)

NOTA DEL AUTOR:

Habrán notado que este libro fue publicado por primera vez con el nombre de ―Stella Gold―. De vez en cuando me gusta experimentar y probar nuevos géneros, y cuando lo hago, puedo usar un seudónimo para mantenerlo separado y evitar la confusión de mis fans. Inicialmente publiqué este libro con el seudónimo de Stella Gold. Poco después de publicarlo, me sorprendió felizmente la recepción y los comentarios de los lectores, y me di cuenta de que este libro y la serie sería apropiado para todos los fans de Blake Pierce. Así que cambié el nombre del autor de nuevo a Blake Pierce. Si es la primera vez que lees uno de mis libros, ¡bienvenido al universo de Blake Pierce! Siéntete libre de descubrir mis otras series. ¡He hecho que los primeros libros y audiolibros de la mayoría de mis series sean gratuitos!

CARA:

-– La parte delantera de la cabeza que en los humanos se extiende desde la frente hasta el mentón e incluye la boca, la nariz, las mejillas y los ojos.


--En matemáticas, la forma que está delimitada por los bordes de un objeto tridimensional.


-– Una de las superficies poligonales de un poliedro.

PRÓLOGO

Linda se acomodó en su silla, tratando de ponerse cómoda en los viejos y gastados cojines. La silla, que había soportado el peso de innumerables empleados de la gasolinera durante los últimos quince o veinte años, estaba en tan buen estado como el resto del lugar.

Al menos tenía una silla. Y el televisor, incluso aunque fuera tan pequeño y anticuado que apenas llegaba a poder ver las caras a través de la interferencia de la pantalla.

Linda suspiró y dio unos golpecitos al costado del televisor unas cuantas veces, tratando de obtener una imagen más clara. Estaba esperando que comenzara su programa favorito, y quería al menos poder distinguir qué personaje aparecía.

Por lo menos no era probable que la molestaran. Este rincón del oeste de Missouri no era precisamente muy frecuentado, y podían pasar horas antes de que apareciera un cliente. Nadie vivía en kilómetros a la redonda, y la carretera había sido reemplazada por una nueva autopista que llevaba a la gente a sus destinos por una ruta más directa. Probablemente era sólo cuestión de tiempo antes de que el lugar cerrara, así que Linda disfrutaba de su descanso mientras lo aún podía hacerlo.

La melodía de su show comenzó, y era tranquilizadoramente familiar a pesar de la calidad del sonido. Linda se reclinó contra el respaldo de nuevo, tratando de ponerse lo más cómoda posible, y tomó una bolsa de patatas fritas del expositor que estaba detrás de ella.

–Oh, Loretta ―dijo el personaje en la pantalla―. ¿Cómo pudiste hacerme esto? ¿No sabes que estamos…?

El diálogo fue opacado por el tintineo de la campana sobre la puerta. Linda se puso de pie, casi tropezándose al querer hacer parecer que había estado atenta. Con un sentimiento de culpa, puso el paquete abierto de patatas fritas en un estante debajo del mostrador.

–Hola ―dijo el cliente, sonriendo. Parecía divertido, pero amistoso, como si ambos estuvieran compartiendo una broma privada―.¿Podría por favor usar su baño?

Fue bastante agradable. Era un hombre delgado y de apariencia juvenil. No debía tener ni treinta años. A Linda le gustó de inmediato. Tenía una especie de sexto sentido sobre los clientes. Podía decir de inmediato si le iban a causar algún problema.

–Lo siento, cariño ―dijo―. Es sólo para clientes.

–Oh ―dijo, mirando a su alrededor. Había un exhibidor de caramelos baratos al lado del mostrador, diseñado para atraer a los niños que se los pedirían a sus padres―. Me llevaré estos.

Agarró una bolsa de caramelos y la arrojó suavemente sobre el mostrador, justo delante de ella. Buscó en su bolsillo un puñado de monedas, y las colocó al lado de la bolsa.

–Aquí tiene, señor ―dijo Linda, deslizando una de las llaves del baño hacia él―. Está justo en la parte de atrás del edificio. Simplemente salga y dé la vuelta a la esquina.

–Oh, gracias ―dijo el hombre, tomando la llave y dándole toquecitos contra su pulgar mientras miraba hacia el estacionamiento―. Pero… ¿Le importaría mostrarme dónde está?

Linda dudó. Estaban pasando su programa y ya se había perdido mucho. Y a pesar de su sensación de que este tipo era perfectamente bueno y normal, aún tenía una pequeña duda sobre él. ¿Debería realmente abandonar el mostrador para mostrarle el baño? ¿Ir sola con un extraño en la oscuridad, fuera de la vista?

Oh, Linda, se dijo a sí misma. Estás tratando de ganar más tiempo para ver tu programa. Levántate de esta silla y haz tu trabajo.

–Claro ―dijo ella, aunque aún estaba algo reacia―. Sígame.

El sol se había puesto hacía una media hora, así que no era de extrañar que él quisiera ayuda para encontrar el baño. Un lugar desconocido no era fácil de encontrar en la oscuridad. Linda comenzó a guiarlo en la dirección correcta, pasando por encima de las hierbas que crecían entre las fisuras del hormigón.

–Este lugar sí que es desierto, ¿eh? ―dijo él.

–Sí ―dijo Linda. Era un poco extraño mencionar eso en la oscuridad, ¿no? Tal vez se sentía un poco asustado y quería conversar para sentirse más tranquilo. No es que ella disfrutara de esa soledad. ―No hay mucho tráfico por aquí en estos días.

–Siempre pienso que se puede saber mucho de un lugar por sus gasolineras. Hay pequeñas señales, ¿sabes? Patrones que puedes captar. Como qué tan rica es una comunidad, o qué tipo de comida es popular.

–Supongo que nunca pensé en eso.

Personalmente, a Linda no le importaba en absoluto su explicación de las complejidades de las gasolineras de todo el país. Quería alejarse del baño y volver a entrar lo más rápido posible, sin hablar de cosas raras. Pero no quería decírselo y ser grosera.

–Oh, sí. Me gusta visitar diferentes gasolineras. Algunas de ellas son enormes. Luego hay otras que son pequeñas, más venidas a menos y en lugares apartados, como esta. Y también puedes aprender mucho sobre la gente que trabaja allí.

Eso hizo que un escalofrío recorriera la columna vertebral de Linda. Estaba hablando de ella. No quería preguntarle qué podía aprender de ella, o qué ya sabía. No creía que le gustara la respuesta.

–Es un trabajo extraño, aquí en el medio de la nada ―continuó―. Debes pasar mucho tiempo sola. Si llegas a precisar ayuda, debe ser difícil conseguirla. Hay un cierto tipo de persona que acepta este tipo de trabajo. Sabiendo esto, puedes predecir todo tipo de cosas sobre el comportamiento basándote en los patrones. Como hasta dónde estarías dispuesta a ir para ayudar a un cliente.

Linda apresuró el paso a través de la tierra oscura, sintiendo la necesidad de alejarse de él. Que alguien le recordara el hecho de que era vulnerable no era algo que quisiera escuchar en ese momento. Eso le provocó otro escalofrío, incluso cuando se dijo a sí misma que estaba siendo estúpida. Sintió el metal duro de la llave de la puerta principal en su bolsillo, y la deslizó entre dos de sus dedos, de forma que pudiera servirle como arma.

Ella no dijo nada. No quiso provocarlo para que dijera o hiciera algo más. Aunque no podía determinar qué esperaba que él hiciera, estaba segura de que no quería que lo hiciera. Caminaron por el estacionamiento vacío, el auto del cliente debía estar estacionado frente a los surtidores.

–Allí está su baño, por allí ―dijo Linda, señalando. Ella no quería ir más lejos. Si él seguía solo, ella podía volver a su mostrador, donde había un teléfono para pedir ayuda y puertas que podía cerrar.

El cliente no dijo nada, pero sacó su paquete de caramelos duros y lo abrió. Ni siquiera la miraba, pero parecía concentrado en su tarea mientras daba vuelta el paquete y lo vertía todo en el piso.

Las coloridas bolas de caramelo se dispersaron y saltaron por el hormigón. Linda gritó y dio un paso atrás sin quererlo. ¿Quién en su sano juicio tiraría caramelos por todo el suelo de esa manera? ¿Sólo para asustarla, o para qué? Linda levó su mano al pecho, tratando de calmar sus acelerados latidos.

–¡Mira eso! ―dijo el cliente riéndose, señalando los caramelos―. Siempre es igual, ¿sabes? No existe el azar. Tienes los mismos patrones y fractales, y siempre hay algo. Incluso si intentas no verlo, tu mente se aferra a un patrón, es así.

Linda había escuchado suficiente. Este tipo era un demente. Ella estaba sola aquí, en la oscuridad, como él le había remarcado. Tenía que alejarse de él y volver al mostrador. Volver a donde era seguro.

A Linda se le ocurrió una solución para irse rápidamente. Se apresuró para dar los últimos pasos hacia el baño y lo abrió para él, la luz sobre la puerta se encendió automáticamente.

–¡Oh! ―dijo el joven―. Ahí, mira. En tu mano. Otro patrón.

Linda se congeló y miró sus pecas que ahora eran visibles baja la pálida luz naranja. La atención que él le había prestado a su piel era algo que instintivamente no le gustó.

–Tengo que volver a la tienda ―dijo Linda―. Por las dudas de que haya más clientes. Deja la llave cuando termines.

Ella empezó a apresurarse hacia el frente de la gasolinera, hacia la puerta y la seguridad del mostrador. Había algo raro en este joven, algo muy extraño, y ella no quería pasar ni un segundo más en su compañía, aunque eso significara volver por la llave más tarde. Todos los pelos de su nuca estaban erizados, y su corazón latía con prisa.

Tal vez debería llamar a alguien. Pensó en su exmarido, sentado a kilómetros de distancia en su casa, probablemente sentado delante del televisor. O en su jefe, que por las pocas veces que lo había visto, bien podría vivir en Canadá. ¿Siquiera le atenderían el teléfono? Y si lo hicieran, ¿qué podrían hacer para ayudarla?

¿Quizás a la policía? No, esto sería un poco exagerado..

Linda casi se resbala con un caramelo suelto que se había deslizado más lejos que el resto, y trató de mirar con atención donde colocaba sus pies. Su corazón se aceleró, y pudo oír sus propios pasos resonando demasiado fuerte mientras se dirigía hacia la esquina de la edificación. Deseaba poder hacer menos ruido, moverse más rápido y llegar hacia la puerta de la gasolinera.

Casi estaba corriendo, con la respiración entrecortada. Dobló la esquina, sintiendo una sensación de alivio al ver las conocidas puertas del frente.

Pero algo la estaba empujando hacia atrás, algo que le apretaba alrededor de su cuello.

Las manos de Linda subieron instintivamente, agarrando el fino y afilado cable que cortaba sus dedos mientras luchaba por liberarse. Sus pies trataron de mover su cuerpo hacia adelante, el impulso sólo empujaba su cabeza más atrás. Tenía que volver a las puertas. ¡Tenía que entrar!

El pánico le nubló su visión y la agónica presión se intensificó hasta que hubo una ráfaga de liberación, algo húmedo y caliente brotaba sobre su pecho y hacia abajo. No hubo tiempo de encontrarle sentido a lo que pasaba, sólo pudo jadear intentando respirar y sintiendo una húmeda sensación de succión donde había estado el cable, y notar el suelo bajo sus rodillas, y luego su cabeza contra el piso, y luego nada en absoluto.

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