Читать книгу «Casi Perdida» онлайн полностью📖 — Блейка Пирс — MyBook.
image

CAPÍTULO DOS

Cassie se acercó a la pared para protegerse de la llovizna, aferrando su teléfono. Ahora que había llamado a Ryan Ellis, se sentía cada vez más nerviosa.

Tendría que ganar dinero de alguna forma si quería quedarse más tiempo en el Reino Unido, pero después de lo que había vivido en Francia no estaba segura de que trabajar como niñera fuese la decisión correcta. Aunque el trabajo fuese ideal, ¿la contratarían con tan poca experiencia y sin acreditación?

Cassie se imaginó armándose de valor para preguntar si podía aceptar el trabajo, para luego recibir un “No” vergonzoso como respuesta.

El teléfono sonó tantas veces que temió que la atendiera el correo de voz. En el último momento posible, un hombre atendió y respondió.

–Ryan al habla —dijo él.

Parecía sin aliento, como si hubiese tenido que correr hacia el teléfono.

–Hola, ¿es usted Ryan Ellis? —preguntó Cassie.

Se avergonzó ante la obviedad de la pregunta, pero no lo conocía y no le parecía correcto decir “Hola, Ryan”.

–Sí, soy yo. ¿Con quién hablo, por favor?

No parecía irritado sino más bien curioso.

–Mi nombre es Cassie Vale  y conseguí su número de mi amiga Jess, que trabajó para usted el año pasado. Ella me dijo que estaba buscando a alguien que lo ayudara a cuidar de los niños por un tiempo.

–Jess, Jess, Jess —repitió Ryan, como intentando ubicar el nombre, y luego— Ah, sí, ¡Jess de Estados Unidos! Ahora veo que me envió un mensaje. Qué joven tan agradable. ¿Ella te recomendó? ¿Es por eso que te comunicaste conmigo? Aún no leí el mensaje.

Cassie vaciló. ¿Iba a decir que sí? Hacerlo significaría comprometerse, y no estaba segura de querer dar ese paso aún.

–Quisiera saber más acerca del trabajo —dijo—. Estaba trabajando de niñera en Francia pero mi asignación terminó. He estado pensando en hacer algo a corto plazo, pero aún no estoy segura.

Hubo un breve silencio.

–Déjame ponerte al corriente. En este momento estoy desesperado. Acabo de pasar por un divorcio que me ha dejado bastante conmocionado. Los niños ni siquiera hablan de lo sucedido y necesito a alguien que los anime y con quien divertirse. Encima de todo tengo un proyecto laboral importante, con una fecha límite que está acaparando todo mi tiempo.

Cassie se sorprendió ante el relato de Ryan. No esperaba que estuviera en una situación tan seria. Con razón estaba desesperado por conseguir a alguien que lo ayudara.

El divorció debió haber sido traumático si había afectado tanto a los niños. Supuso que si Ryan los estaba cuidando su esposa debía haberlo dejado, probablemente por alguien más.

No tenía idea de cuál era la respuesta correcta.

–Eso suena muy estresante —dijo finalmente, para llenar el breve silencio.

–Estuve haciendo llamadas porque no he tenido la oportunidad de poner un anuncio, y me siento tan confundido que no creo que pueda seleccionar a alguien nuevo. Todos los que han trabajado para mí no están disponibles. No me importa decírtelo, necesito ayuda. Estoy dispuesto a pagar el triple de la tarifa normal, y el trabajo durará un máximo de tres semanas.

–Bueno… —comenzó Cassie.

No podía forzarse a decir que no. Sería cruel, siendo que este hombre estaba en una circunstancia tan urgente. Sentía pena por él, y sería egoísta rechazar el empleo inmediatamente. Claramente estaba desesperado por conseguir ayuda, y la buena paga junto con el periodo acotado era tentador.

–¿Por qué no vienes a conocernos? —Sugirió Ryan— ¿Tienes auto? Si no, puedo ir a buscarte a la estación. Pagaré por el billete, por supuesto.

–Tengo auto —dijo Cassie.

–Eso lo hace más fácil, te debería llevar unas cinco horas si el tráfico ayuda. Ahora te envío un mensaje con la dirección, y te devolveré el dinero del viaje si no te agradamos.

–Está bien. Saldré mañana en la mañana. Debería llegar a la hora del almuerzo —dijo Cassie.

Cortó el teléfono, aliviada de tener la oportunidad de pasar un tiempo con la familia antes de tomar una decisión. Si le agradaban, podría tener la oportunidad de hacer la diferencia en sus vidas, ofreciéndoles ayuda y apoyo durante un momento difícil.

Cuando Ryan le dijo que se había divorciado recientemente, no esperó sentir tanta compasión hacia él. Al haber crecido en un hogar lleno de conflictos y haber perdido a su madre a temprana edad, ella entendía lo que era. Esta era una situación en la que ella sabía que podía ser útil para la familia.

Cuando dejó su casa siendo una joven de dieciséis años desesperada y traumatizada, estaba decidida a seguir los pasos de su hermana y alejarse de los maltratos de su padre para siempre. Pero luego de escapar de su dominio rabioso, terminó en una relación dañina con su tóxico novio, Zane. Luego de viajar a Francia para huir de Zane, fue a parar a la pesadilla más grande de todas.

Fuera de la ciudad, en un pueblo costero remoto, estaría escondida, a salvo y podría vivir en un ambiente familiar en el que se sentiría útil, esa había sido una de las principales razones por las que había querido trabajar como niñera desde un principio.

Cassie esperaba poder utilizar su tiempo allí para sanar.

CAPÍTULO TRES

El viaje a la casa de Ryan Ellis le llevó más tiempo de lo que Cassie esperaba. Parecía imposible evitar el tráfico que obstruía las carreteras hacia el sur, y había dos zonas con obras viales en las que tuvo que tomar un desvío interminable.

Al estar más tiempo en la carretera, se estaba quedando sin combustible. Tuvo que utilizar lo último que le quedaba del dinero que Jess le había prestado para llenar el tanque. Preocupada por que Ryan pensara que había cambiado de idea, le envió un mensaje para disculparse y decirle que llegaría más tarde. Él respondió de inmediato: “No te preocupes, tómate tu tiempo, conduce con cuidado”.

Se apartó de la carretera dirigiéndose hacia el campo, y el paisaje era idílico. Estiró el cuello para observar, por encima de los arrayanes recortados, las pendientes con los mosaicos de praderas en todos los tonos desde verde profundo a castaño dorado, las granjas pintorescas y los ríos serpenteantes. El paisaje organizado le produjo una sensación de paz, aunque sabía que las nubes que se aproximaban terminarían en una tarde de lluvia, y deseó poder llegar a destino antes de que comenzara.

Después de más de seis horas de haber salido de Londres, llegó al pintoresco pueblo costero. Aún en las penumbras, el pueblo parecía encantador. El auto traqueteaba sobre las calles adoquinadas y los huecos entre las filas de casas le ofrecían vistazos del pintoresco puerto detrás. Ryan le había indicado cruzar el pueblo y conducir por la calle sobre el acantilado. La casa estaba a un par de kilómetros y tenía vista al mar.

Cassie se detuvo ante la verja abierta y observó con asombro que la casa que tenía en frente era casi demasiado perfecta para ser real. Parecía el lugar en el que siempre había soñado vivir. Una casa simple pero maravillosa, con líneas empinadas y detalles en madera que se fundían armoniosamente con el entorno, y que parecía un barco anclado en el puerto, con la diferencia de que esta construcción estaba enclavada en un acantilado y tenía una vista increíble del océano. El patio, bien cuidado, tenía un columpio y un subibaja. Ambos estaban oxidados, y Cassie supuso que eso daba una pista de la edad de los niños.

Cassie se miró en el espejo del auto y se arregló el cabello. Tenía las ondas alisadas y con brillo porque se las había arreglado esa mañana, y el labial color coral estaba impecable.

Estacionó en la entrada empedrada y se dirigió hacia la casa por un camino bordeado por lechos de flores. Incluso en esta época del año, los lechos brillaban con flores amarillas y reconoció unas madreselvas en flor a la distancia. Supuso que en el verano sería un despilfarro de color.

La puerta del frente se abrió antes de que ella llegara.

–Buenas tardes, Cassie. Un gusto conocerte. Soy Ryan.

El hombre que la saludaba le llevaba una cabeza, estaba en forma y parecía sorprendentemente joven, con el cabello alborotado de color castaño arena, y penetrantes ojos azules. Sonreía y parecía estar realmente encantado de verla. Llevaba una remera descolorida de Eminem y unos jeans gastados. También vio que tenía un paño de cocina enganchado en la pretina.

–Hola, Ryan.

Estrechó su mano extendida. El apretón fue cálido y firme.

–Llegaste justo cuando estaba limpiando la cocina y en los preparativos para tu llegada. El agua ya hirvió, ¿tomas té? Es una costumbre muy inglesa, lo sé, pero si prefieres también tengo café.

–Me encantaría un té —dijo Cassie, afianzada ante la bienvenida tan natural.

Mientras él cerraba la puerta y la guiaba hacia la cocina, ella vio que Ryan Ellis era muy diferente de lo que ella había esperado. Era más amigable de lo que se había imaginado y le encantó que estuviera preparado para limpiar la cocina.

Cassie recordó su llegada a la última asignación como niñera. Cuando entró en el chateau francés, enseguida sintió la atmósfera desagradable y cargada de conflicto. En esta casa, no captaba eso en lo más mínimo.

Mientras caminaba por los pisos de madera pulida, se sorprendió por lo ordenada que estaba la casa. Incluso había flores recién cortadas en la mesa del vestíbulo.

–Arreglamos la casa para tu llegada —dijo Ryan, como si le hubiese leído la mente—. Hacía meses que no estaba así de ordenada.

A su derecha, Cassie vio una sala de estar con enormes puertas corredizas que daban a un porche. Con muebles de cuero que parecían cómodos y pinturas de barcos en las paredes, la sala parecía acogedora y elegante. No pudo evitar compararla con la decoración ostentosa en exposición que había en el chateau en donde había trabajado. En este hogar parecía que vivía una verdadera familia.

La cocina estaba ordenada y limpia, y Cassie notó la calidad de los electrodomésticos. La caldera, la tostadora y la procesadora de alimentos eran de una marca destacada. Reconoció el diseño brillante de un artículo que había leído en la revista del avión, y recordó su asombro ante el precio.

–¿Almorzaste? —le preguntó Ryan luego de servirle un té.

–No, pero estoy bien…

Ignorando sus protestas, abrió el refrigerador y sacó un plato lleno de frutas, bollos y sándwiches.

–Los fines de semana me gusta tener una reserva de refrigerios disponible. Me gustaría decir que esta era especialmente para ti, pero es algo habitual para los niños. Dylan tiene doce y está empezando a comer como un adolescente. Madison tiene nueve y hace mucho deporte, y prefiero que se atraquen con esto que con comida chatarra o dulces.

–¿En dónde están los niños? —preguntó Cassie, sintiendo otra punzada de nervios ante la idea de conocerlos.

Con un padre tan divertido y sincero, ellos eran probablemente justo como Jess los había descrito, pero necesitaba estar segura.

–Salieron en bicicleta después del almuerzo a visitar a un amigo. Les dije que aprovecharan al máximo la tarde antes de que cambie el clima. Volverán en cualquier momento, si no tendré que ir a buscarlos en el Land Rover.

Ryan miró por la ventana al cielo que oscurecía.

–De todos modos, como te expliqué, necesito ayuda por un tiempo. Ahora soy padre soltero, los niños necesitan distraerse lo máximo posible, y la fecha límite de mi trabajo es inquebrantable.

–¿A qué te dedicas? —le preguntó Cassie.

–Soy dueño de una flota de botes pesqueros y de paseo, que funciona en el puerto de la ciudad. Esta es la época del año en que se realiza el mantenimiento a los botes, y en este momento tengo un equipo de reparación en el lugar. Están terriblemente ocupados y las primeras tormentas de la temporada están por empezar. Por eso es que las fechas son tan apretadas, y mis circunstancias actuales no ayudan.

–Debe haber sido terrible pasar por un divorcio, especialmente ahora.

–Han sido momentos muy difíciles.

Cuando Ryan se alejaba de la ventana, con el cambio de luz, Cassie se dio cuenta de que no era simplemente atractivo sino extraordinariamente guapo. Su rostro era fuerte y esculpido, y por los músculos bien definidos de sus brazos le pareció que estaba en muy buena forma.

Cassie se reprendió por comerse con los ojos a ese pobre hombre, que estaba pasando por un infierno emocional. De todos modos, tenía que admitir que era irresistiblemente guapo, tanto que tenía que obligarse a sí misma a no quedarse mirándolo.

–Ryan, el único problema es que no tengo una visa de trabajo en este momento. Tengo una para trabajar en Francia y la agencia de niñeras comprobó que no tengo antecedentes, pero no sabía que aquí funcionaba de otra manera.