Читать книгу «Una Tierra de Fuego » онлайн полностью📖 — Моргана Райс — MyBook.
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CAPÍTULO SEIS

Thor montaba a lomos de Mycoples, las nubes azotándole la cara, iban tan rápido que apenas podía respirar, mientras se apresuraban hacia la manada de dragones y se preparaban para luchar. El brazalete de Thor vibraba en su muñeca y el sentía que su madre le había infundido un nuevo poder que apenas podía entender; era como si hubiera poco sentido del espacio y el tiempo. Thor apenas había pensado en regresar, apenas se habían elevado de las orillas de la Tierra de los Druidas, cuando se repente se encontró allí, por encima de las Islas Superiores, apresurándose hacia el nido de los dragones. Thor sentía como si se hubiera transportado allí por arte de magia, como si hubieran viajado a través de un agujero en el tiempo o el espacio, como si su madre los hubiera lanzado allí, les hubiera permitido conseguir lo imposible, volar más rápido y más lejos de lo que jamás había hecho. Ella sintió que su madre lo despedía con un don para la velocidad.

Mientras Thor miraba a través de la cubierta de nubes, los inmensos dragones aparecieron delante de su vista, rodeando las Islas Superiores, bajando en picado y preparándose para escupir fuego. Thor miró hacia abajo y su corazón se le encogió al ver que la isla había quedado sumergida bajo las llamas, totalmente arrasada. Se preguntaba atemorizado si alguien había conseguido sobrevivir; no veía de qué manera. ¿Llegaba tarde?

Sin embargo, mientras Mycoples descendía, se acercaba más, los ojos de Thor se centraron en una única persona, que lo atraía como un imán al distinguirla de entre el caos: Gwendolyn.

Allí estaba, su futura esposa, de pie en el patio, con orgullo, sin miedo, sujetando a un bebé, rodeada por todos los que Thor amaba, todos ellos en círculo alrededor de ella y levantando sus escudos al cielo mientras los dragones descendían para atacar. Thor vio horrorizado como los dragones abrían sus grandes mandíbulas y se disponían a lanzar unas llamas que Thor sabía que, en un solo instante, arrasarían a Gwendolyn y a todos los que él amaba.

“¡DESCIENDE!” gritó Thor a Mycoples.

Mycoples no neceitaba más aliento: descendió más rápido de lo que Thor podía imaginar, tan rápido que él casi no podía respirar y se agarró desesperadamente mientras lo hacía, prácticamente del revés. En unos instantes alcanzó a los tres dragones que estaban a punto de atacar a Gwendolyn y con un gran rugido, su mandíbula se abrió por completo, con las garras por delante, Mycoples atacó a las bestias, que estaban desprevenidas.

Mycoples impactó contra los dragones, llevada por su impulso hacia abajo, aterrizando en sus espaldas, clavando las uñas a uno y mordiendo al otro y golpeando fuertemente al tercero con sus alas. Los paró justo antes de que lanzaran fuego, estampándolos de cara al suelo.

Los tres colisionaron juntos contra el suelo y se formó un gran ruido y nubes de polvo cuando Mycoples hundió sus caras bajo tierra hasta que habían penetrado tanto que se habían quedado clavados, sólo sus garras traseras salían hacia fuera. Cuando tocaron el suelo, Thor se giró y vio las expresión asombrada de Gwendolyn y agradeció a Dios que la había salvado justo a tiempo.

Se escuchó un gran rugido y Thor se giró, miró hacia el cielo y vio una embestida de dragones que se acercaban.

Mycoples ya estaba girando y volando hacia arriba, lanzándose, dirigiéndose sin miedo hacia los dragones. Thor no llevaba armas, pero se sentía diferente a lo que había sentido siempre al empezar una batalla: por primera vez en su vida, sentía que no necesitaba armas. Sentía que podía reunir y confiar en el poder que tenía dentro. Su verdadero poder. El poder que su madre le había infundido.

Mientras se aproximaban, Thor levantó su muñeca, apuntando con su brazalete de oro y una luz salió disparada del diamante negro de su centro. La luz amarilla hundió al dragón que estaba más cerca de ellos, en el centro de la manada, y lo golpeó hacia atrás, enviándolo disparado al aire, hacia arriba, colisionando con los otros.

Mycoples, enfurismado, decidido a hacer estragos, descendió sin miedo hacia el nido de dragones, luchando y haciéndose camino con las garras, clavándole los dientes a uno de ellos, lanzando a otro y abriéndose un camino a través de ellos mientras iba golpeando a varios de ellos. Intentó acabar con uno de ellos hasta que quedó fláccido y lo soltó; cayó a la tierra como una enorme piedra caída del cielo y golpeó el suelo, haciéndolo temblar. Thor pudo oír el impacto desde donde estaba, ya que provocó otro terremoto allá abajo.

Thor echó un vistazo hacia abajo y vio a Gwen y a los demás corriendo en busca de cobijo y supo que debía alejar a todos estos dragones de la isla, lejos de Gwendolyn, para darles la oportunidad de escapar. Si dirigía a los dragones hacia el océano, imaginaba que podría atraerlos lejos y empezar una lucha allá fuera.

«¡Hacia mar abierto!» Thor gritó.

Mycoples siguió su instrucción, dieron la vuelta y se fueron volando a través del nido de dragones y hacia el otro lado.

Thor se giró al oír un rugido y sintió un calor distante mientras las llamas se dirigían hacia él. Estaba satisfecho de ver que su plan estaba funcionando: todos los dragones habían abandonado las Islas Superiores y lo estaban siguiendo a él en el mar abieerto. En la distancia, allá abajo, Thor divisó la flota de Rómulo envolviendo el mar y supo que, incluso si sobrevivía a los dragones, todavía le quedaba enfrentarse él solo a un ejército de un millón de hombres. Sabía que probablemente no sobreviviría a este encuentro. Pero al menos ganaría tiempo para los demás.

Al menos Gwendolyn lo conseguiría.

*

Gwen estaba de pie en el devastado y candente patio de lo que quedaba de la corte de Tirus, todavía sujetando al bebé, mirando al cielo maravillada, aliviada y triste, todo a la vez. Su corazón se llenó por ver a Thor otra vez, el amor de su vida, vivo, había vuelto, y nada menos que a lomos de Mycoples. Con él aquí, sentía que parte de ella se había restablecido, sentía que cualquier cosa era posible. Sintió algo que hacía tiempo que no había sentido: la voluntad de volver a vivir.

Sus hombres poco a poco bajaron sus escudos al ver que los dragones se giraban y marchaban volando, dejando las Islas por fin y dirigiéndose hacia el mar abierto. Gwen miró alrededor y vio la devastación que habían dejado, enormes montones de escombros, llamas por todas partes y los dragones muertos tumbados sobre su espalda. Parecía una isla saqueada por la guerra.

Gwen también vio los que debían haber sido los padres de la bebé, dos cadáveres tumbados allí cerca, justo al lado de donde Gwen la había encontrado. Gwen miró a la bebé a los ojos y se dio cuenta de que ella era lo único que le quedaba en el mundo. La cogió con fuerza.

«¡Esta es nuestra oportunidad, mi señora!» dijo Kendrick. «¡Debemos evacuar ahora!»

«Los dragones están distraídos», añadió Godfrey. «Por lo menos, por ahora. Quién sabe cuando volverán. Debemos irnos todos de este sitio de inmediato».

«Pero ya no existe el Anillo», dijo Aberthol. «¿A dónde iremos?»

«A cualquier sitio menos aquí», respondió Kendrick.

Gwen oyó sus palabras, aunque sonaban lejanas en su mente; ella en cambio se giró y examinó el cielo, observando a Thor volar en la distancia, llena de añoranza.

«¿Y qué pasa con Thorgrin?» preguntó ella. «¿Lo dejaremos solo allá arriba?»

Kendrick y los demás hicieron una mueca, sus rostros marcados por la decepción. Estaba claro que el pensamiento también los perturbaba.

«Lucharíamos con Thorgrin hasta la muerte si pudiéramos, mi señora», dijo Reece. «Pero no podemos. Él está en el cielo, por encima del mar, lejos de aquí. Ninguno de nosotros tiene un dragón. Tampoco tenemos su poder. No podemos ayudarle. Ahora debemos ayudar a aquellos que podemos ayudar. Esto es por lo que Thor se sacrificó. Esto es por lo que Thor ha dado su vida. Debemos aprovechar la oportunidad que nos ha dado».

«Lo que queda de nuestra flota todavía está en el lado más lejano de la isla», añadió Srog. «Fue una sabia decisión esconder aquellos barcos. Ahora debemos usarlos. Los que quedemos de nuestro pueblo debemos abandonar este lugar de inmediato, antes de que vuelvan».

Por la mente de Gwendolyn corría una mezcla de emociones. Ella deseaba ir a salvar a Thor; pero al mismo tiempo, sabía que esperar aquí, con toda esta gente, no le haría ningún bien a él. Los otros tenían razón: Thor acababa de dar la vida por su seguridad. Sus acciones no tendrían ningún valor si ella no procuraba salvar a esta gente mientras pudiera.

Otro pensamiento asomaba por la mente de Gwen: Guwayne. Si se marchaban ahora y salían corriendo hacia el mar abierto quizás, sólo quizás, podría encontrarlo. Y el pensamiento de ver de nuevo a su hijo la llenó con unas ganas nuevas de vivir.

Por fin, Gwen asintió, con el bebé en brazos, preparánose para marchar.

«De acuerdo», dijo ella. «Vayámonos y encontremos a mi hijo».

*

El rugido de los dragones era cada vez más fuerte detrás de Thor, el grupo se estaba acercando, persiguiéndolos mientras él y Mycoples volaban más lejos hacia el mar. Thor sintió una llamarada dirigiéndose hacia su espalda, a punto de tragárselos y sabía que si no hacía algo pronto, no tardaría en morir.

Thor cerró los ojos, ya sin miedo a llamar al poder que había en su interior, ya sin sentir la necesidad de confiar en armas físicas. Al cerrar los ojos recordó el tiempo que pasó en la Tierra de los Druidas, recordaba lo poderoso que había sido, lo mucho que había podido influenciar todo lo que estaba a su alrededor con su mente. Recordaba el poder dentro de él, como el universo físico era sólo una extensión de su mente.

Thor quería que el poder de su mente saliera a la superficie e imaginó una gran pared de hielo detrás de él, resguardándolo del fuego, protegiéndolo. Se imaginó a sí mismo completamente cubierto por una burbuja protectora, él y Mycoples, seguros del muro de fuego de los dragones.

Thor abrió los ojos y se sorprendió de sentirse revestido de frío y ver una tremenda pared de hielo a su alrededor, justo como la había imaginado, de un metro de grosor y un azul brillante. Se giró y vio la pared de llamas de los dragones acercarse y la pared de hielo pararla, las llamas siseando, enormes nubes de vapor levantándose. Los dragones estaban coléricos.

Thor daba vueltas mientras la pared de hielo se derretía y decidió ir en busca del nido de dragones que había más adelante. Mycoples voló sin miedo hacia los dragones y, claramente, ellos no esperaban este ataque.

Mycoples embistió hacia adelante, extendió sus garras, agarró a un dragón por la mandíbula, lo balanceó y lo lanzó; el dragón cayó con violencia, de un lado a otro, girando sobre sí mismo sin control, precipitándose hacia el océano.