Читать книгу «Un Cielo De Hechizos » онлайн полностью📖 — Моргана Райс — MyBook.
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La espada salió volando por el aire, dando tumbos, y se alojó en la garganta del Faw, un momento antes de que matara a Centra. Centra gritó mientras veía al Faw muerto, a sólo unos centímetros de él, sus caras casi se tocaban.

Para sorpresa de Reece, Conven no fue hacia Centra; en cambio, siguió corriendo por la pequeña colina, y Reece miró hacia arriba, horrorizado, al ver lo que estaba haciendo. Conven parecía suicida. Se abrió camino a través del grupo de Faws que estaba alrededor de su líder, quien estaba sentado en lo alto de su plataforma, mirando la batalla. Conven los mató de izquierda a derecha. No se lo esperaban, y todo pasó demasiado rápido para que reaccionaran. Reece se dio cuenta que Conven apuntaba a su líder.

Conven se acercó más, saltó en el aire, levantó su espada y mientras el líder se daba cuenta y trataba de huir, Conven le atravesó el corazón. El líder gritó – y de repente, hubo un coro de 10 mil gritos de todos los Faws, como si ellos mismos hubieran sido apuñalados. Era como si todos compartieran el mismo sistema nervioso – y Conven lo había apuñalado.

"No debiste haber hecho eso", le dijo Reece a Conven, mientras corría a su lado. "Ahora has empezado una guerra".

Mientras Reece miraba con horror, una pequeña colina explotó y de ahí salieron miles y miles de Faws, como un montículo de hormigas. Reece se dio cuenta que Conven había matado a su abeja reina, que había incitado la ira de una nación de estas cosas. La tierra tembló con sus pasos, mientras todos rechinaban sus dientes e iban a la carga hacia Reece y Conven y Centra.

"¡CORRAN!", gritó Reece.

Reece empujó a Centra, quien estaba en estado de shock, y todo se volvieron y corrieron hacia los demás, abriéndose paso hacia la pista fangosa.

Reece sintió que un Faw saltaba sobre su espalda y lo derribaba. Lo arrastró por los tobillos, cuesta abajo y acercó sus colmillos hacia su cuello.

Una flecha navegó por la cabeza de Reece y llegó el ruido de una flecha, impactando la carne y Reece volteó a ver a O’Connor, en la cima de la colina, sosteniendo un arco.

Reece se puso de pie, Centra lo ayudaba, mientras Conven protegía su retaguardia, contraatacando a los Faws. Finalmente, todos corrieron el resto de la colina y llegaron hasta donde estaban los demás.

"¡Qué gusto tenerlos de vuelta!", dijo Elden, mientras se abalanzaba y mataba a varios Faws con su hacha.

Reece hizo una pausa en la parte superior, asomándose por la niebla y preguntándose qué camino tomar. La senda tenía una bifurcación y estaba a punto de ir a la derecha.

Pero de repente, Centra corrió delante de él, yendo hacia la izquierda.

¡Síganme!”, gritó Centra mientras corría. “¡Es la única manera!”.

Miles de Faws comenzaron a subir la cuesta; Reece y los demás se volvieron y corrieron, siguiendo a Centra, deslizándose y resbalando por el otro lado de la colina, mientras la tierra seguía moviéndose. Siguieron la pista de Centra y Reece estaba agradecido de que le había salvado la vida.

"¡Tenemos que llegar al Cañón!". Reece gritó, sin estar seguro de qué camino seguiría Centra.

Corrieron, zigzagueando a través de los gruesos y retorcidos árboles, esforzándose por seguir a Centra, mientras él avanzaba hábilmente a través de la niebla, en un camino de tierra áspera, cubierta de raíces.

"¡Sólo hay una manera de perder esas cosas!", dijo Centra. "¡Sigan mi camino!".

Siguieron de cerca a Centra mientras corrían, tropezando con las raíces, arañados por las ramas; Reece luchaba por ver a través de la espesa niebla. Más de una vez tropezó con los cimientos disparejos.

Corrieron hasta que los pulmones les dolían, el horrible chillido de esas cosas detrás de ellos, miles de ellos, se aproximaban. Elden y O'Connor, que ayudaban a Krog, los retrasaban. Él esperaba y rezaba para que Centra supiera hacia dónde iba; no podía ver el muro del Cañón desde aquí.

De repente, Centra se detuvo en seco y estiró su mano y golpeó el pecho de Reece, deteniéndolo.

Reece miró hacia abajo y vio a sus pies una pendiente empinada, hacia un río.

Reece volteó a ver a Centra, extrañado.

"Agua", explicó Centra, faltándole el aire. "Tienen miedo de cruzar el agua".

Todos los demás se detuvieron al lado de ellos, mirando a los rugientes rápidos, mientras trataban de recuperar el aliento.

"Es su única oportunidad", agregó Centra. "Crucen el río y les perderán la pista por ahora y ganarán tiempo".

"Pero, ¿cómo?", preguntó Reece, mirando las espumosas aguas verdes.

"¡Esa corriente nos mataría!", dijo Elden.

Centra hizo una mueca.

"Ésa es la menor de sus preocupaciones", respondió. "El agua está llena de Fourens – el animal más mortífero del planeta. Si caes, te harán pedazos".

Reece miró hacia abajo, al agua, sorprendido.

"Entonces no podemos nadar", dijo O'Connor. "Y no veo un barco".

Reece miró sobre su hombro, el sonido de los Faws se escuchaba cada vez más cerca.

"Ésta es su única oportunidad", dijo Centra, estirando la mano hacia atrás y tirando de una vid larga atada a un árbol; sus ramas colgaban sobre el río. "Debemos cruzar balanceándonos", dijo él. "No resbales. Y no caigas cerca de la orilla. Regrésanosla cuando termines".

Reece miró hacia abajo al agua que gorgoteaba, y al hacerlo, vio a unas horribles criaturas amarillas muy pequeñas saltando, parecidas al pez luna, con grandes mandíbulas, haciendo chasquidos y ruidos extraños. Había escuelas de ellos y todas parecían como si estuvieran en espera de su próxima comida.

Reece miró sobre su hombro y vio al ejército de Faws en el horizonte, acercándose. No tenían elección.

"Puedes ir primero", le dijo Centra a Reece.

Reece movió la cabeza.

"Iré al final", respondió. "En caso de que no todos lleguemos a tiempo. Ve tú primero. Tú nos trajiste aquí".

Centra asintió con la cabeza.

"No tienes que decírmelo dos veces", dijo con una sonrisa, mirando nerviosamente a los Faws acercándose.

Centra sujetó la vid y con un grito saltó, balanceándose rápidamente sobre las aguas, mientras colgaba por lo bajo en la vid, levantando sus pies del agua y de las criaturas que chasqueaban. Finalmente, aterrizó en la orilla, cayendo al suelo.

Lo logró.

Centra estaba parado, sonriendo; agarró la vid mientras se balanceaba y la envió de regreso hacia el río.

Elden estiró la mano y la sujetó, y se la dio a Indra.

"Las damas primero", dijo.

Ella hizo una mueca.

"No necesito mimos", dijo. "Eres pesado. Podrías romper la vid. Ve y acaba con esto de una vez. No te caigas – o esta mujer tendrá que salvarte".

Elden hizo una mueca, nada divertido, mientras ella agarraba la vid.

"Sólo trataba de ayudar", dijo él.

Elden saltó con un grito, navegando por el aire y cayó sobre la orilla lejana, al lado de Centra.

Envió la cuerda de regreso, y se fue O'Connor, seguido por Serna, Indra y luego Conven.

Los últimos que quedaban eran Reece y Krog.

"Bueno, supongo que sólo quedamos nosotros dos", le dijo Krog a Reece. "Anda. Sálvate", le dijo Krog, mirando sobre su hombro nerviosamente. "Los Faws estaban demasiado cerca. No hay tiempo para que  los dos lo hagamos".

Reece movió la cabeza.

"Nadie se queda atrás", dijo. "Si no vas, entonces yo tampoco lo haré".

Ambos permanecieron allí, obstinadamente, Krog se veía cada vez más nervioso. Krog meneó la cabeza.

“Eres un tonto. ¿Por qué cuidas tanto de mí? A mí tú no me importarías ni la mitad".

"Yo soy el líder ahora, lo que hace que tú seas mi responsabilidad", respondió Reece. "Tú no me importas. Me importa el honor. Y mi honor me ordena no dejar a nadie atrás".

Ambos se dieron vuelta nerviosamente cuando el primero de los Faws los alcanzó. Reece dio un paso adelante, al lado de Krog, y los acuchillaron con sus espadas, matando a varios de ellos.

"¡Vamos juntos!", gritó Reece.

Sin perder un momento más, Reece agarró a Krog, lo rodeó sobre su hombro, agarró la cuerda y los dos gritaron mientras volaban por el aire, un momento antes de que los Faws irrumpieran en la orilla.

Los dos navegaban a través del aire, balanceándose hacia el otro lado.

“¡Auxilio!”, gritó Krog.

Krog se estaba resbalando del hombro de Reece, y agarró la vid; pero ahora estaba mojada con el rocío de los rápidos, y las manos de Krog se resbalaron por la vid, mientras caía en picado hacia abajo. Reece se agachó para atraparlo, pero todo pasó demasiado rápido: Reece se descorazonó cuando se vio obligado a ver caer a  Krog, fuera de su alcance, hacia las aguas brotantes.

Reece aterrizó en el otro extremo de la orilla y cayó al suelo. Se hizo ovillo, preparado para correr hacia el agua – pero antes de que pudiera reaccionar, Conven se separó del grupo, corrió hacia adelante y se sumergió de cabeza en las aguas embravecidas.

Reece y los demás miraban, sin aliento. ¿Conven era tan valiente?, se preguntó Reece. ¿O tan suicida?

Conven nadó sin temor a través de la corriente. Alcanzó a Krog, de alguna manera, no siendo mordido por las criaturas, y lo sujetó mientras él se agitaba, poniendo un brazo alrededor de su hombro y flotando en el agua con él. Conven nadaba contra la corriente, rumbo a la orilla.

De repente, Krog gritó.

"¡MI PIERNA!".

Krog se retorció de dolor mientras un Fouren se alojaba en su pierna, mordiéndolo, con su color amarillo brillante y escamas visibles sobre la corriente. Conven nadó y nadó hasta que finalmente se acercó a la costa y Reece y los demás estiraron la mano y tiraron de ellos. Al hacerlo, una escuela de Fourens saltó en el aire tras ellos y Reece y los demás los alejaron de un golpe.

Krog agitó las manos y Reece miró hacia abajo y vio al Fouren aún en su pierna; Indra sacó su daga, se inclinó y la clavó en el muslo de Krog mientras él gritaba, alejando al animal. Éste cayó en la costa, y luego en el agua.

"¡Te odio!", le dijo Krog a ella.

"Bien", respondió Indra, sin inmutarse.

Reece miró a Conven, quien estaba allí parado, empapado, sorprendido de su intrepidez. Conven echó un vistazo, inexpresivo, y Reece notó asombrado que un Fouren se había alojado en su brazo, agitándose en el aire. Reece no podía creer lo calmado que estaba Conven, cuando se acercó lentamente, tiró de él y lo lanzó de vuelta al agua.

"¿No te dolió?", le preguntó Thor, confundido.

Conven se encogió de hombros.

Reece se preocupó por Conven más que nunca; mientras admiraba su valor, no podía creer su imprudencia. Se había zambullido de cabeza a una escuela de feroces criaturas y ni siquiera lo había pensado dos veces.

Al otro lado del río, cientos de Faws estaban ahí parados, mirando, enfurecidos, castañeando sus dientes.

"Finalmente", dijo O'Connor, "estamos a salvo".

Centra meneó la cabeza.

"Sólo por ahora. Esos Faws son inteligentes. Conocen los meandros del río. Tomarán el camino largo, correrán alrededor de él, encontrarán el cruce. Pronto van a estar de nuestro lado. Tenemos el tiempo limitado. Debemos avanzar".

Todos siguieron a Centra mientras él corría a través de los campos de fango, más allá de géiseres que explotaban, navegando a lo largo de este paisaje exótico.

Corrieron y corrieron, hasta que finalmente la niebla se abrió y el corazón de Reece estaba eufórico al ver, ante ellos, al muro del Cañón, con su antigua piedra brillante. Él miró hacia arriba, y sus paredes parecían ser increíblemente altas. No sabía cómo podrían subir.

Reece se quedó allí parado con los demás y miraron hacia arriba con temor. La pared parecía aún más imponente ahora de lo que había sido en el camino. Miró y vio su estado desigual y se preguntaba cómo podrían escalarlo. Todos estaban muy agotados, golpeados y magullados, cansados de la batalla. Sus manos y pies estaban en carne viva. ¿Cómo podrían ir hacia arriba, cuando les había costado todas sus fuerzas simplemente descender?

"No puedo seguir", dijo Krog, sibilante, con una voz entrecortada.

Reece sentía lo mismo, aunque no lo decía.

Estaban acorralados. Habían corrido más rápido que los Faws, pero no por mucho tiempo. Pronto les encontrarían, y serían todos superados en número y los matarían. Todo este duro trabajo, todos sus esfuerzos, habían sido en vano.

Reece no quería morir ahora. No en este lugar. Si tenía que morir, quería morir allí, en su propio suelo, en tierra firme, y con Selese a su lado. Si tan sólo pudiera tener otra oportunidad para escapar.

Reece escuchó un ruido horrible, y se volvió y vio a los Faws, como a noventa metros de distancia. Había miles de ellos, y ya habían bordeado el río y se acercaban.

Todos sacaron sus armas.

"No queda ningún lugar a dónde correr", dijo Centra.

"¡Entonces pelearemos a muerte!", gritó Reece.

"¡Reece!", se escuchó una voz.

Reece miró hacia arriba de las paredes del Cañón y cuando la niebla se disipó, vio una cara que pensó primeramente que era una aparición. No lo podía creer. Allí, delante de él, estaba la mujer en la que había estado pensando.

Selese.

¿Qué hacía aquí? ¿Cómo había llegado aquí? ¿Y quién era esa otra mujer que estaba con ella? Parecía la curandera real, Illepra.

Las dos estaban ahí colgadas, a un costado del acantilado, con una larga y gruesa cuerda enrollada alrededor de sus cinturas y manos. Bajaban rápidamente, en una cuerda larga y gruesa, fácil de sujetar. Selese estiró la mano hacia atrás y lanzó el resto hacia abajo, cayendo unos quince metros por el aire, como maná del cielo y aterrizando en los pies de Reece.

Era su escape.

No lo dudaron. Todos corrieron hacia ella y en unos momentos estaban subiendo tan rápidamente como podían. Reece dejó que subieran todos primero, y al saltar al final, subió y jaló la cuerda con él mientras se elevaba, para que los Faws no pudieran alcanzarla.

Al despejar el terreno, los Faws aparecieron, estirándose y saltando sobre sus pies – fallando por poco, mientras Reece subía, fuera de su alcance.

Reece se detuvo al alcanzar a Selese, quien lo esperaba en una cornisa; se inclinó y se besaron.

"Te amo", dijo Reece, con todo su ser lleno de amor por ella.

"Y yo a ti", respondió.

Los dos se volvieron y subieron el muro del Cañón junto con los demás. Subían, más y más alto. Pronto, estarían en casa. Reece casi no lo podía creer.

En su hogar.

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