Читать книгу «El Despertar Del Valiente» онлайн полностью📖 — Моргана Райс — MyBook.
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“¿Vas a llevar todo esto de vuelta a Volis?” le preguntó mientras pasaba un carro lleno de espadas.

Él examinó el carro y pareció al fin salir de su meditación. No le regresó la mirada a Kyra, sino en vez de eso negó con la cabeza mientras miraba el carro.

“Ya no queda nada en Volis para nosotros sino la muerte,” dijo con una voz profunda y definitiva. “Ahora iremos al sur.”

Kyra se sorprendió.

“¿Al sur?” preguntó.

Él asintió.

“Espehus,” dijo él.

El corazón de Kyra se llenó de excitación al imaginarse su viaje a Espehus, la antigua fortaleza que se alzaba sobre el mar, su vecino más grande hacia el sur. Su excitación creció aún más al darse cuenta de que el ir ahí podría significar sólo una cosa: se preparaba para la guerra.

Él asintió como leyendo su mente.

“Ahora no hay marcha atrás,” dijo.

Kyra miraba a su padre con una sensación de orgullo que no había sentido en años. Ya no era más el guerrero complaciente viviendo su vida en la seguridad de un pequeño fuerte, sino ahora el valiente comandante que había conocido dispuesto a arriesgarlo todo por la libertad.

“¿Cuándo nos vamos?” preguntó con el corazón latiéndole anticipando su primer batalla.

Se sorprendió al verlo negar con la cabeza.

“Nosotros no,” la corrigió. “Yo y mis hombre. Tú no.”

Kyra estaba deshecha, con sus palabras como una daga en el corazón.

“¿Me dejarías atrás?” preguntó tartamudeando. “¿Después de todo lo que ha pasado? ¿Qué más debo hacer para probarte lo que soy?”

Él negó con la cabeza firmemente y ella estaba devastada al ver la dureza en sus ojos, mirada que ella sabía significaba que no iba a ceder.

“Tú irás con tu tío,” dijo. Era una orden, no una petición, y con estas palabras ella supo cuál era su posición: ahora ella era su soldado, no su hija. Eso le dolió.

Kyra respiró profundamente dispuesta a no rendirse tan pronto.

“Yo quiero pelear a tu lado,” insistió ella. “Puedo ayudarte.”

“Tú estarás ayudándome,” dijo él, “yendo a donde se te necesita. Necesito que vayas con él.”

Ella frunció el ceño tratando de entender.

“¿Pero por qué?” preguntó.

Él guardó silencio por un momento hasta que finalmente suspiró.

“Tu posees…” inició, “…habilidades que yo no entiendo. Habilidades que necesitaremos para ganar esta guerra. Habilidades que sólo tu tío sabrá cómo fomentar.”

Él extendió la mano y la tomó de los hombros con cariño.

“Si quieres ayudarnos,” añadió, “si quieres ayudar a nuestra gente, ahí es donde se te necesita. No necesito otro soldado, necesito los talentos especiales que tienes para ofrecer; las habilidades que nadie más tiene.”

Ella vio el deseo en sus ojos, y aunque se sintió horrible con la idea de no poder unírsele, sintió cierta tranquilidad en sus palabras junto con una elevada curiosidad. Se preguntaba a qué habilidades se refería y quien sería su tío.

“Ve y aprende lo que no puedo enseñarte,” añadió. “Vuelve más fuerte, y ayúdame a ganar.”

Kyra lo miró a los ojos y sintió como regresaban el respeto y el calor, y se sintió recuperada de nuevo.

“Es un viaje largo hasta Ur,” añadió. “Una cabalgata de tres días hacia el oeste y norte. Tendrás que cruzar Escalon sola. Tendrás que ser rápida y sigilosa evitando los caminos. La palabra se extenderá rápido sobre lo que ha ocurrido aquí, y los señores Pandesianos estarán furiosos. Los caminos serán peligrosos; permanecerás en los bosques. Cabalga al norte hasta el mar y mantenlo a la vista. Este será tu brújula. Sigue la costa y llegarás a Ur. Mantente alejada de las aldeas y de las personas. No te detengas. No le digas a nadie a dónde vas. No hables con nadie.”

La tomó de los hombros firmemente y sus ojos se oscurecieron con urgencia, asustándola.

“¿Me entiendes?” imploró. “Es una viaje peligroso para cualquier hombre, y mucho más para una chica sola. No puedo hacer que nadie te acompañe. Necesito que seas fuerte para poder hacerlo sola. ¿Lo eres?”

Ella pudo sentir el temor en su voz, el cariño de un padre consternado, y asintió con la cabeza enorgullecida de que le confiara una misión como esta.

“Lo soy, padre,” dijo con orgullo.

Él la observó y finalmente asintió con satisfacción. Lentamente sus ojos se hincharon con lágrimas.

“De todos mis hombres,” dijo, “de todos estos guerrero, tú eres a quien más necesito. No a tus hermanos y ni siquiera a mis confiables soldados. Eres sólo , tú eres la única que puede ganar esta guerra.”

Kyra se sintió confundida y abrumada; no podía entender completamente a lo que se refería. Abrió la boca para preguntarle cuando de repente sintió movimiento acercándose.

Se volteó para mirar a Baylor, el maestro de caballos de su padre, acercándose con su característica sonrisa. Un hombre bajo y pesado con cejas espesas y cabello fibroso, acercándose con su habitual jactancia y le dio una sonrisa a ella, y entonces volteó hacia su padre como esperando su aprobación.

Su padre asintió con la cabeza y Kyra se preguntó qué estaba pasando mientras Baylor volvía a voltear hacia ella.

“Escuché que estarás realizando un viaje,” dijo Baylor con su voz nasal. “Para eso, necesitarás un caballo.”

Kyra se encogió confundida.

“Ya tengo un caballo,” respondió mirando al fino caballo que había cabalgado en su batalla contra los Hombres del Señor, atado al otro lado del patio.

Baylor sonrió.

“Eso no es un caballo,” dijo.

Baylor miró a su padre y su padre asintió, y Kyra trató de entender qué estaba pasando.

“Sígueme,” dijo él y, sin esperar, empezó a caminar hacia los establos.

Kyra lo vio irse, confundida, y entonces miró hacia su padre. Este asintió.

“Síguelo,” dijo. “No te arrepentirás.”

*

Kyra cruzó el nevado patio junto con Baylor, y uniéndose Anvin, Arthfael y Vidar, dirigiéndose hacia los bajos establos de piedra en la distancia. Al caminar, Kyra se preguntaba a qué se había referido Baylor y qué clase de caballo tenía en mente. Para ella, en realidad no había mucha diferencia de un caballo a otro.

Al acercarse al establo de piedra de una cien yardas de largo, Baylor volteó hacia ella abriendo los ojos en regocijo.

“La hija de nuestro Señor necesitará un fino caballo para llevarla a donde sea que tenga que ir.”

El corazón de Kyra latió con fuerza; Baylor nunca antes le había dado un caballo, honor que sólo se reservaba para los mejores guerreros. Siempre había soñado con tener uno cuando tuviera la edad y cuando lo mereciera. Era un honor que ni siquiera sus hermanos mayores tenían.

Anvin asintió orgulloso.

“Te lo has ganado,” dijo.

“Si puedes manejar a un dragón,” Arthfael añadió sonriente, “seguramente puedes manejar un excelente caballo.”

Al acercarse a los establos, una multitud empezó a juntarse siguiéndolos en su camino, con los hombres tomando un descanso después de recoger armas y claramente curiosos de ver a dónde la llevaban. Sus dos hermanos mayores, Brandon y Braxton, también se les unieron observando sin palabras a Kyra y con celos en los ojos. Rápidamente voltearon la mirada, demasiado orgullosos para reconocerla y mucho menos para honrarla. Tristemente, ella no esperaba nada más de ellos.

Kyra escuchó pasos y volteó para ver con gusto a su amiga Dierdre uniéndose también.

“Escuché que te vas,” dijo Dierdre poniéndose a su lado.

Kyra caminó junto a su nueva amiga consolándose con su presencia. Pensó en su tiempo juntas en la celda del gobernador, el sufrimiento que habían soportado, en su escape, e instantáneamente sintió una conexión con ella. Dierdre había pasado por un infierno mucho peor que ella y, al verla, con anillos negros sobre los ojos y un aura de tristeza y sufrimiento aún sobre ella, se preguntó qué pasaría con ella. Se dio cuenta que no podía simplemente dejarla sola en esta fortaleza. Con el ejército dirigiéndose al sur, Dierdre se quedaría sola.

“Podría utilizar a un compañero de viaje,” dijo Kyra formando una idea mientras decía las palabras.

Dierdre la miró con sorpresa en los ojos y dejó escapar una gran sonrisa, dejando su pesada aura.

“Esperaba que me lo pidieras,” respondió.

Anvin, escuchando, frunció el ceño.

“No sé si tu padre estará de acuerdo,” intercedió. “El trabajo que tienes es asunto serio.”

“No estorbaré,” dijo Dierdre. “Debo cruzar Escalon de todos modos. Voy a regresar con mi padre. Preferiría no viajar sola.”

Anvin se tomó la barba.

“A tu padre no le gustará,” le dijo a Kyra. “Ella puede ser una carga.”

Kyra puso una mano tranquilizadora en la muñeca de Anvin.

“Dierdre es mi amiga,” dijo resolviendo el asunto. “No la abandonaré, tal y como tú no abandonarías a uno de tus hombres. ¿Qué es lo que siempre me has dicho? Nadie se queda atrás.”

Kyra suspiró.

“Puede que haya ayudado a salvar a Dierdre de esa celda,” añadió Kyra, “pero ella también ayudó a salvarme. Le estoy en deuda. Lo siento, pero lo que piense mi padre es inválido. Soy yo la que cruzaré Escalon sola, no él. Ella viene conmigo.”

Dierdre sonrió. Se puso al lado de Kyra y cruzó su brazo con el de ella, con un nuevo orgullo en su paso. Kyra se sintió bien con la idea de tenerla en el viaje, y sabía que había tomado la decisión correcta sin importar lo que pasara.

Kyra notó que sus hermanos caminaban cerca y no pudo evitar sentirse decepcionada de que no fueran más protectores, de que no se ofrecieran a acompañarla también; siempre estaban compitiendo con ella. Le entristecía que esa fuera la naturaleza de su relación, pero ella no podía cambiar a las personas. Se dio cuenta de que era mejor así. Siempre estaban haciéndose los valientes y seguramente harían algo que la metería en problemas.

“Yo también quiero acompañarte,” dijo Anvin con su voz pesada de culpa. “La idea de que cruces Escalon no me agrada del todo.” Suspiró. “Pero tu padre me necesita más que nunca; me ha pedido que me le una en el sur.”

“Y yo,” añadió Arthfael. “También quisiera acompañarte, pero me han asignado unirme a los hombres en el sur.”

“Y a mí que me ocupe de cuidar Volis en su ausencia,” añadió Vidar.

Kyra se consoló con su apoyo.

“No se preocupen,” respondió. “Tengo una cabalgata de sólo tres días. Estaré bien.”

“Lo estarás,” interrumpió Baylor acercándose. “Y tu nuevo caballo se encargará de eso.”

Con eso, Baylor abrió de par en par las puertas del establo, y todos lo siguieron dentro del bajo edificio de piedra con un pesado olor a caballo.

Los ojos de Kyra se ajustaron a la poca luz al entrar, sintiendo el establo húmedo y frío, lleno con el sonido de caballos excitados. Observó las caballerizas delante de ella y vio filas con los más hermosos caballos que jamás había visto; grandes, fuertes, hermosos caballos, negros y marrones, cada uno un campeón. Era un verdadero tesoro.

“Los Hombres del Señor reservaron lo mejor para ellos,” Explicó Baylor mientras pasaban las filas con un aire de arrogancia al sentirse en su mundo. Tocó a uno de los caballos y después acarició a otro, y los animales parecían sentirse vivos en su presencia.

Kyra caminó despacio observando cuidadosamente. Cada caballo era como una obra de arte; más grandes que cualquier caballo que había visto y llenos de belleza y poder.

“Gracias a ti y a tu dragón, estos caballos ahora son nuestros,” dijo Baylor. “Es apropiado que elijas al tuyo. Tu padre me ha ordenado que te deje elegir primero, incluso antes que él.”

Kyra estaba abrumada. Al estudiar el establo, sintió una gran carga de responsabilidad sabiendo que esta era una decisión de una sola vez en la vida.

Caminó despacio acariciando sus melenas, sintiendo lo suaves que eran, su poder, y no podía tomar una decisión.

“¿Cómo debo elegir?” le preguntó Baylor.

Él sonrió y negó con la cabeza.

“He entrenado caballos toda mi vida,” respondió, “También los he criado. Y si hay algo de lo que estoy seguro, es que no hay dos caballos iguales. Algunos son criados para la velocidad, otros para resistencia; algunos se especializan en fuerza, mientras que otros en llevar una carga. Algunos son muy orgullosos para llevar cualquier carga. Y otros, bueno, otros se crían para las batallas. Algunos prosperan en las justas, otros sólo quieren luchar, y otros más son creados para el maratón de la guerra. Uno puede ser tu mejor amigo, pero otro te rechazará. Tu relación con un caballo es algo mágico. Este te llama a ti y tú a él. Escoge bien y tu caballo siempre estará a tu lado, en tiempos de pelea y en tiempos de guerra. Ningún guerrero está completo sin uno de estos.”

Kyra caminó con el corazón golpeándola en excitación, pasando caballo tras caballo, algunos mirándola y otros volteando hacia otro lado, algunos relinchando y pisando impacientes y otros quedándose quietos. Estaba esperando una conexión, pero no sentía ninguna. Estaba frustrada.

De repente, Kyra sintió un escalofrío en su espalda, como un rayo de electricidad atravesándola. Llegó junto con un sonido agudo que hacía eco en los establos, un sonido que le hizo saber que ese era su caballo. No se escuchó como un caballo común, pues este emitió un sonido mucho más oscuro, más poderoso. Cortó el silencio y se elevó sobre el sonido de los demás, como un león salvaje tratando de liberarse de su jaula. Esto la aterrorizó y la atrajo al mismo tiempo.

Kyra volteó hacia el final del establo desde donde venía y, al hacerlo, se escuchó de repente como algo rompía la madera. Vio los lugares despedazándose con madera volando por todas partes, y entonces hubo una conmoción mientras varios hombres se apresuraban para cerrar la puerta rota de madera. Un caballo seguía golpeándola con sus pezuñas.

Kyra se apuró hacia la conmoción.

“¿A dónde vas?” preguntó Baylor. “Los caballos finos están aquí.”

Pero Kyra lo ignoró y se apresuró, con su corazón latiendo cada vez más rápido. Sabía que la estaba llamando.